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Laura

Repercusiones del cambio climático: estudios de casos

Repercusiones del cambio climático: estudios de casos

El cambio climático no son sólo datos y tendencias: tiene consecuencias serias para el bienestar de las personas y del planeta.

En el último informe sobre impactos y adaptación, el IPCC afirma que el cambio climático provocado por las actividades humanas, «ha causado efectos adversos generalizados y pérdidas y daños conexos para la naturaleza y las personas, más allá de la variabilidad natural del clima». Algunos de esos efectos se están produciendo lentamente y «entre bastidores», manifestándose en tendencias a largo plazo en las temperaturas y las precipitaciones u otras variables climáticas. También los presenciamos en las alteraciones de los ecosistemas, cuando plantas y animales se mudan de hábitat o incluso desaparecen.

Otras huellas toman forma de fenómenos meteorológicos extremos, que los científicos pueden vincular o atribuir al cambio climático.. Sucesos extremos como las olas de frío, las lluvias torrenciales o las olas de calor, que son bastante improbables, pero capaces de acarrear consecuencias profundas, siempre han sido parte de la variabilidad natural del clima. Sin embargo, debido a nuestra influencia en el sistema climático, los seres humanos estamos «inclinando la balanza», por lo cual son cada vez más probables y tienen consecuencias cada vez más graves. En los informes del IPCC se emplea la expresión «más allá de la variabilidad natural del clima».

Gracias al ingenio y resiliencia de los seres humanos, muchas comunidades han encontrado modos de adaptarse tanto a los efectos climáticos agudos como a los de más largo plazo, minimizando la devastación que causan, pero a algunos, simplemente, resulta imposible adaptarse, y las pérdidas que ocasionan suelen ser irreversibles. A medida que retrasamos la adopción de medidas contundentes de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, también perdemos capacidad de adaptación. Esto se debe en parte a que se está agotando el tiempo para algunas de las soluciones que podrían haber funcionado antes con grados inferiores de calentamiento. También se debe a la subida de los costes, así como a la disminución de adaptabilidad, por la que los seres vivos y las comunidades que sufren muchos impactos o demasiado frecuentes pierden la habilidad de recuperarse.

En esta profundización sobre el tema, veremos ejemplos recientes de fenómenos extremos de calor, inundaciones y sequías, cuyos vínculos con el cambio climático han sido capaces de identificar y cuantificar los científicos del clima que trabajan para el proyecto World Weather Attribution (WWA).

Tierra y océanos sometidos a calor extremo

Alisdare Hickson / Flickr

En la primavera y el verano de 2022, temperaturas anormalmente altas azotaron numerosas partes del mundo. En primer lugar, India y Pakistán, así como amplias zonas del sur de Asia, sufrieron una ola de calor unas 30 veces más probable debido al cambio climático, según las estimaciones del WWA.. Los científicos señalan que, aunque las olas de calor no son inusuales antes del monzón, la combinación de calor extremo y lluvias muy inferiores a la media tuvo consecuencias desastrosas para la salud pública y la agricultura, que se vieron agravadas por otros riesgos no meteorológicos, como la escasez de carbón, que provocó cortes de electricidad en la India. También tuvieron implicaciones de gran alcance para el resto del mundo, dado que el menor rendimiento de las cosechas de trigo perjudicó al abastecimiento mundial ya afectado por la guerra de Ucrania.

Posteriormente, en 2022, las olas de calor que tuvieron lugar en Europa durante el verano causaron trastornos considerables en la vida de las personas y en la actividad económica. En Francia, el calor excepcional interfirió en la producción de electricidad de las centrales nucleares, mientras que en el Reino Unido se registró la primera temperatura de su historia superior a 40 °C.. En un análisis de WWA se concluyó que, sin el cambio climático provocado por los seres humanos, eso habría sido sumamente improbable.

El calor extremo puede ser tan peligroso como en la tierra cuando sucede en los océanos. Los periodos prolongados de temperaturas anormalmente altas en la superficie del agua, denominados olas de calor marinas, han multiplicado su frecuencia e intensidad por más de 20 debido al cambio climático, según un estudio de 2020,. que también demostró que, de las siete olas de calor marinas de mayor impacto desde 1981, todas menos una podrían guardar relación con el calentamiento provocado por los seres humanos.

Inundaciones: lluvias y tormentas tropicales extremas

Bärwinkel,Klaus, CC BY-SA 4.0

En enero y febrero de 2022, Madagascar, Mozambique, Malawi y Zimbabue sufrieron una serie de tormentas tropicales. Tres fueron lo suficientemente fuertes como para calificarlas de ciclones tropicales. Causaron muertos y heridos, además de grandes daños a las infraestructuras, y sus consecuencias a largo plazo para el bienestar de comunidades locales sumamente vulnerables aún no se conocen del todo. El equipo de WWA fue capaz de demostrar que el cambio climático aumentó la probabilidad e intensidad de las precipitaciones asociadas a dos de las tormentas: la tormenta tropical Ana y el ciclón tropical Batsirai.

En 2021, hubo dos días de lluvias muy intensas que, combinadas con las condiciones meteorológicas húmedas previas y otros factores locales, provocaron graves inundaciones en Alemania y algunas partes de Europa occidental. Perdieron la vida más de 200 personas, y otros cientos, si no miles, sufrieron daños en viviendas e infraestructuras de transporte, o no tuvieron acceso durante algún tiempo a las medidas de evacuación y emergencia. Si bien es difícil detectar tendencias locales en las precipitaciones y sacar conclusiones sobre la mayor probabilidad de que se produzcan estos sucesos debido al cambio climático, el estudio de WWA indicó que es evidente la tendencia al alza en la zona más amplia de Europa occidental.

Sequía y escasez de agua

La escasez de precipitaciones debida a la sequía puede ser tan devastadora como las tormentas y las inundaciones. En el verano de 2022, la escasez de agua, los incendios y las pérdidas de cosechas en todo el hemisferio norte fueron consecuencia tanto de las altas temperaturas mencionadas anteriormente como de las excepcionalmente escasas precipitaciones, por lo que los suelos se secaron, sobre todo en Europa y China continental. El análisis de WWA determinó que la causa estaba más relacionada con las temperaturas superiores a la media que con la mayor escasez de precipitaciones, lo que significa que es más probable que nuestros sistemas agrícolas y energéticos encaren estos riesgos combinados a medida que el clima se caliente.

Recursos útiles

  • Un vídeo de AFP sobre impactos y desplazados
  • Friederike Otto, autora del IPCC y científica de World Weather Attribution (WWA), explica en un vídeo de 2 minutos cómo los investigadores relacionan el tiempo extremo con el cambio climático.

Comprender la eliminación del dióxido de carbono

Comprender la eliminación del dióxido de carbono

Para evitar un calentamiento peligroso, necesitamos reducir las emisiones de forma rápida y profunda. Pero al haber retrasado las medidas de acción durante décadas, puede que no baste sólo con eso.

La forma en que abordemos el cambio climático como problema global depende tanto de nuestras decisiones políticas y de desarrollo económico como de las limitaciones físicas del sistema climático, sobre todo del propio efecto invernadero. Mientras sigamos emitiendo dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero a la atmósfera, estaremos ejerciendo más presión sobre el clima, y acortando al mismo tiempo la lista de opciones políticas. Como comentamos en el artículo sobre los presupuestos de carbono, [explainer on carbon budgets] (link)sólo podemos emitir una cantidad limitada antes de sobrepasar los límites de seguridad del aumento de la temperatura. Y si nos excedemos, las generaciones presentes y futuras podrían pagar la factura en forma de diversos impactos climáticos. [various climate impacts] (link).

La física subyacente al problema que afrontamos también presenta soluciones posibles. Dicho de otro modo, si el CO2 procedente de centrales eléctricas o del transporte que se emite a la atmósfera puede calentar la Tierra, su eliminación puede compensar y limitar, o incluso revertir, el aumento de la temperatura. Esta es la idea que subyace a las tecnologías de eliminación del dióxido de carbono (EDC), que ahora se comentan cada vez más como una solución potencial, tras años de avances insuficientes frente al cambio climático.

En la actualidad, la EDC es el trasfondo de numerosos planes y compromisos de «reducción neta a cero», en los que algunas emisiones de gases de efecto invernadero que ya se han producido o que se producirán en el futuro se «contrarrestan» mediante eliminaciones, que suelen hacerse en lugares distintos de los emisores. También se utiliza en las llamadas situaciones de rebasamiento, en las que los objetivos de temperatura del Acuerdo de París se incumplen temporalmente porque no bajamos las emisiones lo bastante rápido. En tales casos, la EDC nos ayuda a volver a la «zona segura» a finales de siglo, haciendo que las emisiones totales de CO2 sean negativas al eliminar más CO2 del que se emite.

¿Se puede eliminar realmente el CO2 de la atmósfera?

Adam Cohn

La extracción de CO2 es posible y, en cierto modo, siempre ha estado ocurriendo. Actualmente se están comentando varios tipos de EDC, que dependen de los mecanismos químicos que se usan para capturar el gas de efecto invernadero en cuestión y del modo de almacenar después el carbono capturado. Uno de los mecanismos es la fotosíntesis, el proceso natural por el que las plantas y algunas bacterias convierten el agua, la energía luminosa y el dióxido de carbono en energía química, liberando oxígeno en el proceso. La fotosíntesis es la razón por la que la atmósfera de la Tierra tiene suficiente oxígeno como para respaldar formas de vida complejas, como los seres humanos. También es el medio por el que los organismos vivos capturan y almacenan más de la mitad de todas las emisiones de CO2 procedentes de la actividad humana actual, que los convierte en sumideros de carbono.

Los científicos han tenido en consideración estos sumideros naturales de carbono en sus modelos. Pero para que la fotosíntesis cuente como un método de EDC adecuado, tiene que ser intencionada y adicional a lo que la naturaleza hace por sí misma. En otras palabras, no podemos limitarnos a considerar todas las plantas de la Tierra como un proyecto de EDC gigante y confiar en él. En cambio, podemos plantar y mantener intencionadamente bosques en tierras o en zonas costeras, enriquecer los suelos o cultivar algunas plantas que sirvan para producir biocarburantes (y capturar el CO2 de su combustión posteriormente).

Si las plantas pueden utilizar la química para capturar CO2, nosotros también podemos hacerlo. Por ejemplo, si ciertos disolventes o absorbentes se exponen al aire libre, se unen al CO2 y lo absorben (algo parecido a cómo una esponja absorbe el agua). Y, al igual que una esponja, luego el CO2 puede separarse y los productos químicos iniciales reutilizarse. Este proceso se denomina captura directa del aire (CDA). El CO2 resultante se almacena en algún lugar para eliminarlo por completo y no volver a emitirlo a la atmósfera. Existen materiales sólidos y líquidos que se pueden usar para la CDA, así como algunos métodos innovadores menos desarrollados para depurar el CO2 del aire.

La meteorización, o deterioro gradual de las rocas y minerales en contacto con el aire, el agua o los organismos vivos, es otro proceso natural que ya afecta al mundo que nos rodea y que podemos aprovechar intencionadamente para contrarrestar el cambio climático. En algunos mecanismos químicos de meteorización interviene el CO2 de la atmósfera, y este puede potenciarse de manera intencionada a fin de acelerar las reacciones, por ejemplo, esparciendo sobre las superficies basalto finamente molido. Sin embargo, como sucede con las plantas, esto sólo cuenta como EDC si es intencionado y si el CO2 se captura satisfactoriamente.

¿Puede la EDC resolver nuestro problema climático?

Aunque la química fundamental de los distintos tipos de EDC parece sólida en teoría, hacerla realidad ha sido un reto hasta ahora. Los procesos químicos de captura directa del aire y de meteorización mejorada pueden consumir mucha energía y no ser muy eficientes. A día de hoy, el CO2 capturado con estos métodos cuestan tanto que, económicamente, no tiene sentido continuar con ello. En parte, el motivo es que, a diferencia de las energías renovables, estas tecnologías están aún en pañales.

En el caso de la EDC biológica, las plantas llevan millones de años perfeccionando la fotosíntesis, por lo que se trata de una «tecnología» natural bastante madura. Pero la EDC biológica en la que se usan bosques plantados por el hombre, puede influir considerablemente en la seguridad alimentaria, la biodiversidad y los derechos sobre la tierra. Además, aunque es más barata que la EDC química, nuestro grado actual de influencia en el clima hace imposible que la EDC biológica compense por sí sola. Las limitaciones físicas vuelven a intervenir en este caso: con el nivel actual de emisiones de gases de efecto invernadero, simplemente, no hay suficiente tierra en el planeta. Y, por supuesto, la eliminación del carbono que llevan a cabo las plantas no sería permanente ni duradera si los árboles y plantas empleados no se protegiesen cuidadosamente de los incendios o la tala.

Si se va a utilizar la EDC para cubrir nuestro «derroche» colectivo del presupuesto de carbono, es necesario demostrar que de verdad se eliminaría de la atmósfera una cantidad suficiente de CO2 de forma permanente. Esto requeriría métodos fiables para medir el CO2, comunicar la información y verificar los resultados, ninguno de los cuales existe aún.

En general, contar con la EDC para resolver el problema climático sería como hacer una apuesta arriesgada sobre un resultado futuro que todavía es vago. Sencillamente, no es seguro que estas soluciones tecnológicas vayan a madurarse a tiempo para evitar el rebasamiento de la temperatura. Si hoy optamos por políticas basadas en ellas y no funcionan como es preciso, habremos perdido la oportunidad que tenemos ahora de impedir que las emisiones lleguen a la atmósfera en primer lugar, y no habrá vuelta atrás en el tiempo para escoger algo distinto.

¿Qué puede hacer entonces la EDC?

El IPCC afirma que la EDC puede ayudarnos a contrarrestar las llamadas emisiones residuales «difíciles de eliminar» de sectores como la aviación o los procesos industriales pesados. La descarbonización total de estos sectores puede ser prohibitivamente cara o llevar demasiado tiempo porque las tecnologías necesarias aún no están disponibles a gran escala. Para tratar de evitar el impacto climático de las emisiones en estos ámbitos, la EDC se puede utilizar para compensar sus actividades eliminando CO2 de la atmósfera.

Es probable que la eliminación de carbono en las próximas décadas sea limitada y ni de lejos sea capaz de hacer frente a la cantidad de emisiones que hay que contrarrestar cada año para no exceder los límites del calentamiento. Por eso, el IPCC indica que la escasa capacidad de la EDC debe cubrir sólo los sectores difíciles, y no considerar que nos librará de una situación indeseable sin hacer nada más. De hecho, en el último informe del IPCC, la EDC pesa menos en las medidas económicas propuestas, en comparación con las situaciones anteriores, para cumplir los objetivos del Acuerdo de París. El mensaje es claro: nuestras acciones deben centrarse en disminuir las emisiones.

Recursos útiles

  • En un evento durante la COP27 en Egipto, los autores del IPCC hablan del EDC y de cómo figura en el informe del Grupo de Trabajo 3.
  • El primer informe de este tipo State of Carbon Dioxide Removal Report, publicado a principios de 2023, examina la situación de la EDC en el mundo.
  • Un glosario de terminología EDC de la American University.
  • Otra explicación de la American University sobre el funcionamiento del EDC.

¿Qué es un presupuesto de carbono?

¿Qué es un presupuesto de carbono?

La ciencia es capaz de perfilar las peligrosas consecuencias de distintos niveles de calentamiento para los seres humanos y el resto de la vida en la Tierra, pero se trata de posibles destinos y no de hojas de ruta.

Los objetivos del Acuerdo de París de 2015 se basan en las implicaciones de un calentamiento de 1,5 °C y 2°C para los seres humanos y otras especies. Establecen los umbrales relativamente «seguros» dentro de los cuales ocurrirían algunos daños irreversibles pero no catastróficos. En los informes del IPCC y en otras investigaciones se demuestra que si reducimos el aumento de la temperatura media mundial en este siglo a bastante menos de 2°C, podremos evitar las consecuencias más peligrosas del cambio climático. Si lo hacemos, también existe la esperanza de adaptarnos y crear un futuro resiliente y más sostenible.

La dificultad estriba en que no hay un termostato para toda la Tierra con el que podamos valorar fácilmente estas cifras. Los objetivos de temperatura no bastan por sí solos para orientar las políticas en materia de cambio climático, porque el nivel de calentamiento al que llegaremos dependerá de una compleja cadena de decisiones que adoptarán gobiernos y empresas de todo el mundo a lo largo del tiempo. Esta toma de decisiones a nivel nacional, regional y local será eficaz para fijar objetivos políticos y generar incentivos para el cambio mediante la regulación de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y no de la temperatura.

Para traducir la temperatura en emisiones y hacer factibles los objetivos de París, los científicos utilizan los llamados presupuestos de carbono. En cierto modo, funcionan igual que un presupuesto financiero: hay un tope para el gasto total (la cantidad de gases de efecto invernadero que podemos emitir), que garantiza que permanezcamos en la «zona segura» y evitemos endeudarnos, de cara a futuras generaciones en este caso. Por otra parte, los presupuestos de carbono son bastante diferentes. A menudo basta con echar un vistazo a las cuentas financieras y a los flujos de ingresos para juzgar los límites de gasto personal. En cambio, en un presupuesto de carbono, los científicos también tienen que calcular la cantidad total de emisiones de gases de efecto invernadero compatibles con distintos niveles de calentamiento.

Incluyendo estos cálculos, los presupuestos de carbono pueden mostrarnos varias cosas: qué tal lo estamos haciendo de verdad (el presupuesto histórico ), cuánto tiempo más podemos seguir «gastando» al ritmo actual (el presupuesto restante ) y cómo sería una asignación justa y equitativa a la hora de repartir el presupuesto total entre los países.

¿Qué es un presupuesto de carbono?

En un presupuesto propio, la cifra final (de cuánto dinero disponemos sin tener que preocuparnos por gastar de más) sólo se obtiene con los detalles de los ingresos y los gastos. Del mismo modo, un presupuesto de carbono comienza con la identificación por parte de los científicos de las fuentes de carbono que llegan a la atmósfera y los sumideros que capturan el carbono, como los bosques o los océanos. Los avances en las ciencias del clima y de la tierra permiten hacer un balance del ciclo del carbono en la naturaleza e incluir una fuente adicional: las emisiones de la actividad humana.

En un presupuesto financiero personal, puede ser importante no caer por debajo de cero para evitar no poder pagar algo o recurrir a préstamos caros. En el sistema climático, la cantidad de carbono en la atmósfera, medida como concentración en «partes por millón» (ppm), crea el «efecto invernadero» y produce el nivel de temperatura media global, que es lo que nos preocupa, ya que superar el límite de 2°C del Acuerdo de París acarrearía consecuencias que los países han acordado que son inaceptables.

Para equilibrar un presupuesto propio, se pueden recortar algunos gastos, intentar ganar más o pedir un préstamo y recurrir a ingresos futuros para devolverlo junto con los intereses. Para equilibrar un presupuesto de carbono, también podemos «recortar gastos» ideando formas de adaptarnos a las consecuencias del calentamiento global. No obstante, las opciones son bastante escasas, dado que, por ejemplo, no podemos negociar con el casquete glaciar de Groenlandia una reducción del deshielo provocado por el cambio climático. «Ganar más» en un presupuesto de carbono significa disminuir drásticamente las emisiones mediante energías renovables, eficiencia energética y otras medidas; y «obtener un préstamo» significa trasladar la responsabilidad a las generaciones venideras, que tendrían que actuar de forma más agresiva, no sólo para bajar las emisiones, sino para llevarlas a niveles negativos capturando con éxito más gases de efecto invernadero de los que se emiten.

Por último, un presupuesto financiero puede tener ingresos y gastos en varias divisas. Como no es posible sumar y restar directamente estas distintas monedas, las convertimos a una común para la comparación. Asimismo, los presupuestos se calculan para cada uno de los gases de efecto invernadero presentes en la atmósfera y luego se hacen comparables «convirtiéndolos» en unidades de dióxido de carbono equivalente (CO2e). Se utiliza el dióxido de carbono porque es el gas de efecto invernadero dominante emitido por la actividad humana.

Matjaz Krivic / Climate Visuals Countdown

Entonces, ¿cuál es nuestro presupuesto de carbono?

El ejercicio más conocido de seguimiento de nuestro presupuesto de carbono procede del Global Carbon Project un proyecto de investigación internacional enmarcado dentro de la iniciativa de investigación Future Earth sobre sostenibilidad global y socio investigador del Programa Mundial de Investigaciones Climáticas. En 2022, se reunieron más de 100 investigadores para elaborar la 17.ª edición del presupuesto de CO2.

En primer lugar, el presupuesto del Global Carbon Project describe las tendencias de las emisiones mundiales de CO2 procedentes de la energía y del uso del suelo. Por ejemplo, en 2022, las emisiones de carbono fósil siguieron aumentando y alcanzaron los 36 600 millones de toneladas, un 1,0 % más que el año anterior. Este incremento fue ligeramente superior al anterior pico prepandémico de 2019 y está lejos de lo necesario para cumplir los objetivos del Acuerdo de París. Se precisa una disminución rápida a una escala de aproximadamente 1,4 GtCO2 al año para alcanzar las emisiones netas de CO2 cero en 2050.

El presupuesto mundial de carbono también nos indica cuánto podemos emitir para seguir en la senda de 1,5 °C, 1,7°C o 2°C de calentamiento, a saber, 380, 730 y 1230 mil millones de toneladas de CO2, respectivamente. Para que estas cifras sean menos abstractas, los científicos suelen presentarlas como «años haciendo lo mismo que en el año anterior». Basándonos en los niveles de emisiones de 2022, nos quedan nueve años más para rebasar el umbral de 1,5°C, y sólo 18 y 30 años más para exceder los límites superiores.

Recursos útiles

Los alimentos y el cambio climático

Los alimentos y el cambio climático

El sistema alimentario mundial, desde los campos y las granjas hasta nuestras mesas y cubos de basura, proporciona medios de sustento a más de mil millones de personas.

En el informe del IPCC de 2019 sobre el cambio climático y la Tierra se señala que el suministro de alimentos per cápita ha aumentado más de un 30 % desde 1961 y que el sistema alimentario en general produce calorías más que suficientes para alimentar al mundo. Sin embargo, los últimos datos de la ONU indican que hasta 828 millones de personas seguían viéndose afectadas por el hambre en 2021, y se calcula que 45 millones de niños menores de 5 años padecen emaciación, el tipo de desnutrición más letal.

Nuestro sistema alimentario actual, que ya se encuentra bajo una presión inmensa y creciente por los conflictos, las crisis económicas y la acentuación de las desigualdades, también se ve amenazado por el cambio climático. Por ejemplo, según las últimas conclusiones del IPCC sobre impactos y adaptación, el cambio climático ya ha atenuado el crecimiento de la productividad y reducido las poblaciones de peces. Como dependemos de unos pocos cultivos dominados por unas pocas empresas, la escasez internacional de productos y las subidas de precios son cada vez más probables en un sistema estrechamente interconectado y menos resiliente. Se prevé que un mayor calentamiento, acuciado por las emisiones de gases de efecto invernadero actuales y futuras, mengüe la producción de cultivos y haga que grandes zonas del mundo resulten inadecuadas para los modelos agrícolas actuales.

En el informe del IPCC se estima que el número de personas en riesgo de padecer hambre en 2050 aumentará entre 8 y 80 millones en función del nivel de calentamiento, siendo las más afectadas las poblaciones del África subsahariana, Asia meridional y América central. Los pequeños y medianos productores de alimentos de esas regiones desempeñan un papel clave en la seguridad alimentaria global, ya que los hogares rurales de los países de rentas bajas y medias producen la mitad de los cereales del mundo y la mayoría de frutas y verduras. No obstante, ya carecen de recursos para cubrir sus pérdidas por las sequías y otros fenómenos meteorológicos (que se prevé que empeoren con el cambio climático) o para adaptarse a condiciones más hostiles.

Además, si las emisiones de gases de efecto invernadero siguen siendo altas, hasta el 30 % de las zonas agrícolas y ganaderas actuales dejarán de ser aptas para la producción de alimentos a finales de siglo, según el informe; pero, por el contrario, si bajamos rápidamente las emisiones, perderemos menos del 8 % de esas tierras agrícolas. En este sentido, el sur de Asia, el sudeste asiático, algunas partes de Australia, la zona del Sahel en África y la zona circundante a la cuenca del Amazonas en Sudamérica son las más vulnerables.

No podemos simplemente adaptarnos a estos cambios adversos cuando se produzcan ni evitar que sucedan con las medidas de adaptación existentes. Pero la reducción de las emisiones, junto con la diversificación de los sistemas de producción de alimentos y de las cadenas de suministro, aminorará esos riesgos, puesto que los sistemas alimentarios mundiales gozarán de una mayor resiliencia y estarán menos expuestos a fenómenos meteorológicos extremos.

Además, la transición hacia sistemas alimentarios más ecológicos y respetuosos con el clima, tanto desde el punto de vista de la oferta como de la demanda, disminuirá por sí misma el calentamiento. Según los cálculos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), en 2021, los sistemas alimentarios del mundo eran responsables de más de un tercio de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero procedentes de la actividad humana.

¿Qué sucederá con los cultivos básicos?

Dhana Kencana / Climate Visuals

El rendimiento de los cultivos ha aumentado en las últimas seis décadas, pero el cambio climático ya ha mermado cerca del 21 % de ese crecimiento como consecuencia de diversos efectos, tales como temperaturas más altas, fenómenos meteorológicos extremos más frecuentes y potentes, y cambios en las poblaciones de plagas y en la degradación de los suelos. En este siglo, la tendencia al alza del rendimiento podría invertirse incluso hasta un 3,3 % por década en cultivos como el maíz, la soja, el arroz y el trigo, dependiendo de la ubicación y de la variedad concreta del cultivo. Además, aunque cabría la posibilidad de que el aumento del dióxido de carbono en la atmósfera favoreciera los cultivos, no compensaría la otra cara del efecto: cuanto mayores son los niveles de CO2, menores son los niveles de nutrientes y vitaminas de los cultivos, por lo que resultan menos nutritivos y puede afectar a la polinización y la reproducción.

El calentamiento provocado por las actividades humanas exacerbará los riesgos de fracasos simultáneos en la producción de los cultivos fundamentales en los principales países y desencadenará un efecto dominó en el sistema alimentario. Los rendimientos de los cultivos en diferentes zonas del mundo están conectados a través de patrones climáticos a gran escala (por ejemplo, El Niño y La Niña, o las fases de calentamiento y enfriamiento de la variación periódica de los vientos y las temperaturas de la superficie del mar sobre el Océano Pacífico oriental tropical). Las variaciones en estos patrones debidas al cambio climático podrían afectar a los cultivos de todo el mundo al mismo tiempo. De hecho, hay pruebas de que el riesgo de malas cosechas simultáneas ya ha aumentado en el caso del trigo, la soja y el maíz, en comparación con el período comprendido entre 1967 y 1990. Se prevé que estos riesgos empeoren drásticamente con un mayor calentamiento, junto con la posibilidad de que se produzcan alteraciones globales en el suministro de alimentos. El cambio climático también plantea el riesgo de que haya fenómenos meteorológicos extremos más frecuentes en todo el planeta, lo que crea una posible «tormenta perfecta» para las cadenas de suministro de alimentos.

Si la temperatura media mundial sube más de 2°C, la adaptación por sí sola será insuficiente para impedir que el cambio climático merme el rendimiento de los cultivos, por mucho dinero que se invierta en medidas de adaptación. Dicho esto, la adaptación es verdaderamente necesaria, y se prevé que sus costes, sumados a los de las pérdidas derivadas del calentamiento, asciendan a 63 000 millones de dólares con 1,5°C de calentamiento y a 128 000 millones de dólares con 3°C. Pero hay soluciones para rebajar esta factura. Además de reducir rápidamente las emisiones en todos los sectores, la agricultura industrial (que consume mucha energía y agua, utiliza muchos fertilizantes y se basa en monocultivos) puede transformarse, y deberá hacerlo, para adoptar un enfoque más diversificado y sostenible.

¿Cómo funcionará la cría de animales?

Robert Benson / Aurora Photos

La cría industrial de ganado vacuno y aves de corral a gran escala es un factor que contribuye de forma significativa al cambio climático derivado de las actividades humanas, tanto por las emisiones de gases de efecto invernadero de las explotaciones ganaderas como por el uso extensivo de la tierra para producir piensos. Para criar el ganado se suelen necesitar pastos que se crean mediante la tala de bosques, así que la carne y los productos lácteos resultantes son especialmente causantes de emisiones, porque los árboles talados dejan de capturan carbono y liberan a la atmósfera el carbono previamente almacenado. La digestión de las vacas también produce metano, un gas de efecto invernadero más potente que el CO2, mientras que el cultivo de piensos incrementa las emisiones de óxido nitroso por el uso de fertilizantes. Desde otra perspectiva, el calentamiento inducido por los seres humanos también perjudica a los animales de granja, ya que las temperaturas altas afectan a su salud, crecimiento y producción.

En los informes del IPCC se señalan varias formas de abordar el problema. Desde el punto de vista del suministro, una mejor gestión de las tierras utilizadas para el pastoreo, una mejor manipulación del estiércol animal y una mejor calidad de los piensos pueden hacer que la cría de ganado y la producción de alimentos emitan menos carbono, reduciendo así su impacto en el cambio climático causado por el hombre. No obstante, en última instancia, es necesario que la demanda se encamine hacia dietas más sanas y sostenibles, sobre todo en los países desarrollados, y que se consuman más proteínas procedentes de plantas y mariscos que de carne.

¿Qué ocurre con la pesca y el marisco?

Shibasish Saha / Climate Visuals

El cambio climático afecta al océano de muchas formas, desde el conocido aumento de las temperaturas superficiales, la acidificación y la subida del nivel del mar, hasta la proliferación de algas y los bajos niveles de oxígeno, pasando por la propagación de parásitos, las olas de calor marinas y otros fenómenos meteorológicos extremos. Debido a los efectos del cambio climático que ya estamos experimentando, el rendimiento mundial de la pesca disminuyó un 4,1 % entre 1930 y 2010, con pérdidas de entre el 15 % y el 35 % en algunas zonas. Se prevé que las olas de calor marinas en particular, que ya han provocado colapsos en la pesca y la acuicultura locales, sean entre 20 y 50 veces más frecuentes para finales de siglo.

Las poblaciones de peces se ven alteradas por los profundos cambios en su hábitat. Esto puede interferir en las rutas de pesca establecidas y afectar a las posibles capturas de marisco en las regiones tropicales, sumándose a prácticas ya insostenibles (p. ej., la sobrepesca extensiva y el uso de redes de plástico). Estos y otros aparejos de pesca rechazados, o «fantasma», son la fuente más letal de contaminación oceánica. Por otra parte, de nuevo, la acuicultura, o «cultivo de especies acuáticas», es una fuente cada vez más importante de pescado, marisco y algas marinas, y también se ve perjudicada por las repercusiones del cambio climático.

Recursos útiles

  • La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) presenta su informe El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo en 2022 en un vídeo de 5 minutos.
  • Repercusiones medioambientales de la producción de alimentos de Our World in Data.
  • Un episodio de 24 minutos de Radio Davos, un podcast del Foro Económico Mundial, titulado «COP26: Feed the world without destroying the climate».

Cambio climático y diversidad biológica

Cambio climático y diversidad biológica

El cambio climático y la pérdida de biodiversidad son dos de los retos más importantes a los que nos enfrentamos, y están relacionados entre sí de muchas maneras.

Aunque la vida en la Tierra siempre ha evolucionado en un clima cambiante, la relativa estabilidad de los últimos milenios ha proporcionado condiciones favorables tanto para la vida salvaje como para las civilizaciones humanas. Muchas plantas y animales se han adaptado a temperaturas particulares o a la disponibilidad de agua. Pero ahora que se están transformando debido al rápido calentamiento, numerosas especies serán incapaces de adaptarse a tiempo. Algunas, sobre todo las de las zonas polares y montañosas, no tienen a dónde escapar del aumento de las temperaturas y están en peligro de extinción. Asimismo, la alteración de las señales climáticas (como el adelanto de la primavera), interfiere en las actividades estacionales (como la floración o el apareamiento), perturbaciones que tienen un efecto dominó en la cadena alimentaria y los ecosistemas.

Los incendios forestales, las olas de calor y otros fenómenos meteorológicos extremos devastan ecosistemas enteros, tanto terrestres como oceánicos. Recuperarse de estos sucesos puntuales, cada vez más intensos y frecuentes, también se está volviendo más difícil. El estrés provocado por el cambio climático, tanto agudo como crónico, no hace sino exacerbar aún más otros riesgos (p. ej., la tala de bosques, la contaminación del aire, del agua y del suelo, la caza y pesca excesivas o la propagación de especies invasoras).

La naturaleza, además, siempre ha sido primordial a la hora de aliviar la presión que causa el ser humano en el clima mundial. Más de la mitad de todo el CO2 emitido por nuestra actividad es captado por las plantas mediante la fotosíntesis y almacenado temporalmente en la biomasa viva y muerta, o disuelto en los océanos. Los organismos vivos también influyen en los parámetros físicos del sistema climático, como la reflectividad de la superficie terrestre y la formación de nubes y polvo en la atmósfera.

Por eso, la existencia de ecosistemas sanos y diversos puede ayudar a los seres humanos a sobrevivir a efectos climáticos como las condiciones meteorológicas extremas. Por ejemplo, los bosques intactos retienen el agua de lluvia y disminuyen los daños derivados de las inundaciones, mientras que los humedales costeros evitan la erosión y las inundaciones originadas por la subida del nivel del mar. Los ecosistemas pueden ayudarnos igualmente a adaptarnos al cambio climático, ya que respaldan los medios de subsistencia y generan soluciones alimentarias y energéticas sostenibles para las comunidades locales.

Es importante proteger del cambio climático a la diversidad biológica, lo cual no consiste únicamente en preservar seres vivos bonitos porque sí. Los arrecifes de coral son el sustento de muchos pescadores, pero se ven amenazados por las olas de calor marinas más frecuentes. Los bosques poseen un valor económico y cultural para innumerables comunidades locales. Y a medida que la capacidad de almacenamiento de carbono de los ecosistemas naturales se ve perjudicada por el calentamiento y la degradación ambiental, se genera un riesgo significativo cada vez mayor de que se produzcan bucles de retroalimentación que empeoren una situación ya de por sí mala.

El IPCC y la IPBES (Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas) han llegado a la conclusión de que la pérdida de biodiversidad y el cambio climático son amenazas inseparables para la humanidad que deben abordarse conjuntamente. Si no lo hacemos, nos arriesgamos a sufrir pérdidas y daños irreversibles. Por el contrario, el éxito supondrá beneficios adicionales para nuestra salud y calidad de vida.

¿Qué significa para la biodiversidad el calentamiento previsto?

En el informe de 2022 del Grupo de Trabajo II del IPCC sobre impacto y adaptación se debate con gran lujo de detalles lo que les ocurriría a plantas, animales y ecosistemas enteros en distintas situaciones de calentamiento. Por ejemplo, los ecosistemas marinos y costeros (tales como los bosques de algas o las praderas de pastos marinos) sufrirán daños irreparables o quedarán destruidos si la subida de la temperatura supera el umbral de 1,5°C. Los arrecifes de coral solos se enfrentan a un declive del 70-90 % a ese nivel de calentamiento, mientras que con 2°C, se prevé que eso ascienda al 99 %. Los esfuerzos de conservación de la mayoría de los arrecifes de coral tendrán poco éxito si se sobrepasan 1,5°C de calentamiento. Aparte del aumento de la temperatura media, los ecosistemas oceánicos y costeros también peligran por las olas de calor marinas, que se calcula que serán 20 veces más frecuentes incluso si el calentamiento se limita a 2°C.

Dhana Kencana / Climate Visuals

Es probable que la combinación de diversas presiones derivadas del cambio climático y otras medioambientales lleve a la extinción de especies vegetales y animales a una velocidad al menos 1000 veces superior a la natural, tanto en la tierra como en los océanos. Sin embargo, esto aún no es algo fijo, ya que la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y la modificación de nuestra trayectoria climática ralentizarán en gran medida la tasa de extinción.

Además de la extinción de especies individuales, el cambio climático puede provocar y provocará alteraciones fundamentales e irreversibles en los ecosistemas. Esas, a su vez, afectarán a la meteorología local y acelerarán el cambio climático. Ya estamos observando variaciones en los biomas, por ejemplo, desde la selva tropical hasta la sabana. Según las previsiones, estas ocurrirán en menos del 15 % de la superficie terrestre si la temperatura no sube más de 2°C. No obstante, si no alcanzamos este objetivo y el aumento se aproxima a 4°C, las alteraciones se producirán en más de un tercio de la superficie de la Tierra. Unos cambios medioambientales de tal magnitud conllevarán profundas repercusiones en cadena en los medios de subsistencia y el bienestar humanos, así como en la diversidad biológica.

¿Qué significan para la biodiversidad las distintas soluciones?

En el informe del IPCC se concluye que, según vaya elevándose la temperatura media mundial, las medidas de conservación por sí solas no serán capaces de impedir pérdidas irrevocables en la tierra y los océanos. Este es especialmente el caso con subidas superiores a 2°C. La restauración de la vegetación autóctona, por ejemplo, puede mejorar la resiliencia local a fenómenos extremos, como las olas de calor y las inundaciones, e incrementar el almacenamiento de carbono, pero no es una alternativa a la acción climática. Para salvaguardar la Tierra y la biodiversidad de las que dependemos, no sólo debemos proteger los ecosistemas, dándoles la oportunidad de adaptarse a las nuevas condiciones, sino también paliar amenazas subsiguientes del cambio climático. Podemos hacerlo rebajando las emisiones de gases de efecto invernadero.

 

Sin embargo, algunas de las soluciones disponibles para modificar nuestros sistemas energéticos y alimentarios a tal fin entrañan sus propios problemas respecto a la diversidad biológica. Un ejemplo es la bioenergía con captura y almacenamiento de carbono (BECAC), en la que se plantan monocultivos de biocarburantes para obtener combustible, y el carbono producido al quemarlo se captura y se almacena, evitando que llegue a la atmósfera. Se trata de una alternativa al uso de combustibles fósiles que se ha debatido ampliamente. Lo malo es que la BECAC requerirá grandes extensiones de terrenos, lo que entra en conflicto con la protección de la naturaleza, además de interferir posiblemente en los ecosistemas naturales. Del mismo modo, la plantación de árboles para la captura de carbono no es una fórmula mágica que solucione el cambio climático, sino una herramienta que precisa una cuidadosa consideración de los riesgos y una gestión adecuada para garantizar que se base en pruebas científicas y que incluya a las comunidades locales afectadas por su uso.

¿Qué estamos haciendo para resolver la crisis de la biodiversidad?

Al debate de los riesgos para la biodiversidad en el ámbito del cambio climático se le suma una vía independiente de trabajo internacional al respecto. El Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), que entró en vigor a finales de 1993, tiene como objetivo proteger la biodiversidad y usar sus componentes de forma sostenible, justa y equitativa. La última conferencia de las partes del Convenio (CDB COP15), celebrada en Canadá a finales de 2022, concluyó con un pacto emblemático para detener y revertir la pérdida de naturaleza antes de 2030. Dicho pacto incluyó un conjunto de medidas encaminadas a que los gobiernos se responsabilicen de sus compromisos.

Ashden / Ashden

En 2012, para evaluar y resumir las pruebas científicas sobre esta cuestión, los gobiernos también crearon la IPBES, un organismo internacional de investigación y política sobre diversidad biológica. Ya cuenta con casi 140 Estados miembros y elabora informes temáticos variados, de cuya redacción y edición se ocupan cientos de científicos voluntarios de todo el mundo, para evaluar el estado de la diversidad biológica y las contribuciones de la naturaleza a los seres humanos. Los dos últimos informes publicados en el verano de 2022 trataban del uso sostenible de las especies silvestres y de las distintas formas en las que las personas valoran la naturaleza. Se concluía que, por ejemplo, muchas de las especies silvestres de las que depende la gente para obtener alimentos, energía o ingresos ya están decayendo, y es probable que el cambio climático agrave aún más este declive. Sin embargo, también se indicaba que abordar estos problemas usando prácticas más sostenibles contribuirá a aminorar los impactos climáticos.

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¿Qué caracteriza al cambio climático?

¿Qué caracteriza al cambio climático?

El aumento de la temperatura mundial es una señal importante del veloz cambio climático que está en curso, pero también hay otras señales.

Como indica el IPCC en su último informe sobre las bases físicas del cambio climático, es «indudable que la influencia de los seres humanos ha calentado la atmósfera, los océanos y la tierra», aunque también se han producido otros cambios rápidos y generalizados. Los científicos, con diversos grados de confianza, asocian la influencia humana a las alteraciones en las precipitaciones, la circulación atmosférica mundial y la salinidad del agua de los océanos cercana a la superficie, así como al retroceso global de los glaciares desde los años 90, el deshielo superficial de la capa de hielo de Groenlandia y la disminución de la superficie de hielo marino del Ártico, sobre todo en verano.

En los océanos, las emisiones de CO2 causadas por el hombre han propiciado el calentamiento, el aumento de la acidificación de las aguas superficiales y la subida media del nivel del mar en todo el planeta. Es posible que las actividades humanas también hayan contribuido a que los niveles de oxígeno hayan mermado en muchas zonas oceánicas superiores desde mediados del siglo XX. Asimismo, como señala el IPCC, las alteraciones en la biosfera terrestre desde 1970 son compatibles con el calentamiento global, dado que las zonas climáticas (áreas con patrones climáticos particulares a largo plazo) se han desplazado hacia los polos en ambos hemisferios. En el hemisferio norte, por término medio, en cada década desde los años 50 se han sumado hasta dos días a la estación de crecimiento.

Científicos de todos los países observan y comunican todos estos cambios [attribution science] y luego se sirven de la ciencia de la atribución para examinar la relación entre un fenómeno concreto y el patrón general de la influencia humana en el clima. El IPCC analiza las publicaciones al respecto para obtener un panorama general del cambio climático que vaya más allá de un simple gráfico de temperaturas.

Todos estos cambios a gran escala en los parámetros físicos básicos de la atmósfera, los océanos y la tierra, a los que se añade la variabilidad entre regiones, desencadenan cascadas de cambios más pequeños en los patrones meteorológicos o los ecosistemas, que pueden dar lugar a peligros para los humanos y otros seres vivos. Las condiciones geográficas, socioeconómicas y de otro tipo influyen en el grado de exposición y vulnerabilidad de las comunidades a dichos peligros y a sus efectos colaterales adversos. Esta combinación de peligros, exposición y vulnerabilidad crea el concepto de riesgo climático, que el IPCC utiliza en su informe sobre impactos y adaptación como marco para entender el «impacto cada vez más grave, interconectado y a menudo irreversible del cambio climático sobre los ecosistemas, la biodiversidad y los sistemas humanos».

Aunque el Grupo de Trabajo I del IPCC describe los fundamentos físico-científicos del cambio climático en términos de medias globales, en realidad nadie en la Tierra está experimentando directamente esas medias, puesto que cualquier huella es local y regional. Ese es el motivo por el que, en el informe del Grupo de Trabajo II sobre impacto y adaptación, se presentan evaluaciones detalladas para África, Asia, Australasia, América Central, América del Sur, Europa y América del Norte, así como para las islas pequeñas de todo el mundo. También se facilitan varios documentos transversales sobre zonas de especial importancia para la adaptación por una serie de razones singulares, como las montañosas y las polares, los desiertos, las ciudades costeras o los bosques tropicales y los puntos calientes en cuanto a biodiversidad.

En el informe del Grupo de Trabajo I se proporciona una herramienta interactiva para consultar la información sobre el cambio climático observado y previsto en el espacio y el tiempo. El informe del Grupo de Trabajo II también da una explicación detallada de la historia de los efectos climáticos y la adaptación, tal como figura en el resumen para responsables políticos. Aquí vamos a comentar algunos de los signos reveladores del cambio climático distintos a la temperatura y cómo afectan a las personas.

¿Cómo afecta el cambio climático a los glaciares, el permafrost y las capas de hielo?

El Ártico y el Antártico, al igual que grandes zonas de permafrost y glaciares de montaña, constituyen la criosfera de la Tierra: nuestro entorno de nieve y hielo. Estas partes más frías del planeta son especialmente vulnerables al cambio climático y a sus efectos, y la criosfera es un indicador sensible de estos procesos. Por ello, el IPCC elaboró un informe especial sobre el océano y la criosfera en un clima cambiante (SROCC) en 2019.

El impacto más prominente del cambio climático en la criosfera ha sido su rápida contracción. El calentamiento global de las últimas décadas ha hecho que las capas de hielo y los glaciares pierdan su masa, y que el Ártico pierda su hielo marino, que se ha vuelto más fino y «joven» a medida que se derrite el hielo más antiguo y plurianual. Además, las temperaturas del permafrost han ido aumentando gradualmente, y algunos deshielos locales han dañado infraestructuras y expuesto a las poblaciones a enfermedades peligrosas, como el ántrax. La pérdida de glaciares también perjudica a los seres humanos, ya que muchas comunidades de las zonas montañosas dependen de ellos para obtener agua dulce.

El calentamiento de la criosfera por sí mismo es capaz de influir en el sistema climático al causar las llamadas retroalimentaciones. La nieve y el hielo tienen un mayor albedo (reflectividad de la superficie) que el terreno al descubierto, y la capa de nieve aísla el suelo, con lo cual impide que se caliente. Cuando la nieve y el hielo van desapareciendo, y las superficies se oscurecen, se calientan más. Cabe destacar que el permafrost contiene más carbono del que hay actualmente en la atmósfera, por lo que, a medida que suben las temperaturas y el suelo helado se descongela, puede convertirse en una fuente importante de metano y dióxido de carbono.

¿Cómo afecta el cambio climático a las zonas costeras?

Dhana Kencana / Climate Visuals

Las repercusiones del cambio climático en las zonas costeras, los ecosistemas y los asentamientos humanos incluyen fenómenos de evolución lenta, tales como la subida del nivel del mar y la acidificación de los océanos, así como un aumento de las tormentas devastadoras y las marejadas ciclónicas. Según el IPCC, el nivel medio global del mar subió unos 20 centímetros entre 1901 y 2018. En algunas zonas, el aumento relativo (local) puede ser superior a la media mundial debido a otros factores en juego, como los movimientos tectónicos o las prospecciones petrolíferas.

Ya se están perdiendo hábitats costeros por la erosión de los terrenos, la inundación permanente y la intrusión de agua salada, con consecuencias para la biodiversidad, los medios de subsistencia de las personas, la circulación oceánica y los ciclos biogeoquímicos que no se limitan a las propias costas. Además, dado que los ecosistemas costeros son un gran sumidero de carbono, al captar y almacenar carbono de la atmósfera, su degradación puede aumentar la presión sobre el clima provocada por los humanos.

Como suele ocurrir, el cambio climático agrava los tipos de problemas existentes en las zonas costeras, por ejemplo, la creciente presión de las actividades económicas y de urbanización. Estas amenazas climáticas y no climáticas pueden amplificarse mutuamente e infligir más vulnerabilidad a los sistemas humanos y naturales, lo que es especialmente relevante teniendo en cuenta los datos de la ONU que señalan que el 40 % de la población mundial vive a menos de 100 kilómetros de la costa.

¿Cómo afecta el cambio climático a las ciudades?

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Más de la mitad del mundo vive en pueblos y ciudades a día de hoy. La ONU prevé que esta cifra llegue a 5000 millones en 2030, por lo que las ciudades y sus poblaciones están expuestas a muchos de los riesgos climáticos actuales y futuros. Algunos efectos, como los fenómenos meteorológicos extremos, pueden dañar infraestructuras vitales, viviendas y servicios básicos, lo que incrementa la vulnerabilidad de los residentes.

Un ejemplo concreto de la interacción entre el cambio climático y el desarrollo urbano tiene que ver con las islas de calor urbanas. Las temperaturas del aire de las grandes ciudades, con su escasa vegetación, alta densidad de población y hormigón y asfalto en edificios y carreteras, suelen ser más altas que las de las zonas circundantes. Esto significa que las olas de calor, cada vez más frecuentes e intensas debido al cambio climático, son mucho más difíciles de tolerar y sobrellevar en los entornos urbanos.

Las ciudades también presentan muchas oportunidades para solucionar estos problemas. Según las estimaciones del PNUMA, las ciudades son responsables del 75 % de las emisiones mundiales de CO2, siendo el transporte y los edificios los que más contribuyen a ellas. Por eso, mejorar la eficiencia energética, desarrollar los transportes públicos y abordar otras cuestiones medioambientales en las zonas urbanas pueden mejorar el bienestar y favorecer en gran medida la lucha contra el cambio climático.

Para analizar estas repercusiones y oportunidades, el IPCC pretende elaborar un informe especial sobre el cambio climático y las ciudades en su séptimo ciclo de evaluación, que empezará en julio de 2023 y durará de cinco a siete años.

¿Qué es el IPCC?

IPCC

¿Qué es el IPCC?

El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) proporciona evaluaciones periódicas de la base científica del cambio climático, sus repercusiones y riesgos futuros, así como las opciones de adaptación y mitigación.

El IPCC lo fundaron en 1988 la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Su objetivo es informar a los responsables de la toma de decisiones y aportar fundamentos científicos que rijan la política climática. Esto incluye las negociaciones políticas de la CMNUCC (Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático). Como organización intergubernamental, está abierta a todos los países miembros de la OMM y de las Naciones Unidas, y actualmente cuenta con 195 miembros.

Desde su creación, el IPCC ha elaborado seis informes de evaluación, uno cada seis o siete años. Además, se han publicado varios informes especiales sobre temas como la tierra, los océanos y la criosfera; los fenómenos extremos y las catástrofes; y las energías renovables. En 2007, el IPCC recibió el Premio Nobel de la Paz, junto con el exvicepresidente de EE. UU. Al Gore, «por sus esfuerzos para construir y difundir un mayor conocimiento sobre el cambio climático provocado por el ser humano, y para sentar las bases de las medidas necesarias para contrarrestar dicho cambio».

Los gobiernos miembros encargan al IPCC tanto evaluaciones sistemáticas de las investigaciones sobre el cambio climático como preguntas de investigación concretas. Por ejemplo, en el Acuerdo de París firmado en la conferencia de la ONU sobre el clima de 2015, las partes se comprometieron a limitar el aumento de la temperatura media mundial a 1,5°C por encima de los niveles preindustriales, cuando la influencia humana en el clima era aún insignificante (los científicos suelen utilizar la temperatura media de 1850-1900). Tras el desenlace, los países pidieron al IPCC que examinara lo que supondría para la Tierra un calentamiento global de 1,5 grados y cómo sería posible cumplir el objetivo. El IPCC aceptó y redactó un informe especial sobre el calentamiento global de 1,5 °C, publicado en 2018.

Los autores del informe del IPCC proceden de tres grupos: el Grupo de Trabajo I analiza los fundamentos científico-físicos del cambio climático; el Grupo de Trabajo II explora diversos impactos del cambio climático y la adaptación; y el Grupo de Trabajo III estudia formas de reducir nuestra influencia en el sistema climático mundial. Cada uno contribuye al informe de evaluación. Otras personas y grupos adicionales colaboran con el IPCC para hacer un seguimiento de todos los datos usados en los informes y ayudan a los gobiernos a llevar los inventarios de gases de efecto invernadero (GEI).

Para cada informe, el IPCC contrata a cientos de científicos de renombre de todo el mundo para que revisen los mejores estudios existentes. Luego los resumen utilizando el lenguaje acordado para los distintos grados de certidumbre y la cantidad de pruebas disponibles. Por ejemplo, para que en el informe del IPCC algo se describa como «probable», la probabilidad de que suceda tiene que ser al menos del 66 %. Si algo se define como «prácticamente seguro» (como el hecho de que las emisiones de CO2 causadas por la actividad humana están provocando la acidificación de los océanos y variaciones en las temperaturas extremas de frío y calor a nivel mundial), la probabilidad es superior al 99 %.

A continuación, los borradores de los informes se someten a varias rondas de revisiones exhaustivas, en las que miles de expertos hacen comentarios. Por último, los representantes de los gobiernos miembros colaboran con los autores para redactar un resumen completo y preciso de cada informe dirigido a los responsables políticos, en el que se destacan los principales resultados del proceso, que también son refrendados formalmente por los países miembros del IPCC.

¿Qué nos dicen estos informes?

Las tres partes del último informe de evaluación, el IE6, se publicaron en 2021-2022, y en marzo de 2023 se emitió un informe de síntesis. Los primeros mensajes clave de cada una de las contribuciones de los grupos de trabajo son los siguientes:

Grupo de Trabajo I:Es indudable que la influencia de los seres humanos ha calentado la atmósfera, los océanos y la tierra.

Grupo de Trabajo II:El cambio climático provocado por las actividades humanas, incluidos los fenómenos extremos más frecuentes e intensos, ha causado efectos adversos generalizados y pérdidas y daños conexos para la naturaleza y las personas, más allá de la variabilidad natural del clima.

Grupo de Trabajo III: Las emisiones antropogénicas netas totales de gases de efecto invernadero han seguido aumentando durante el periodo de 2010 a 2019, al igual que las emisiones netas acumuladas de CO2 desde 1850. (Al hablar de «netas», el IPCC se refiere a las emisiones de todas las fuentes antropogénicas, como las centrales eléctricas de gas, sin el CO2 eliminado por los sumideros antropogénicos, como los árboles plantados).

Como subraya el propio IPCC, pese a que las evaluaciones presentan previsiones del cambio climático futuro basadas en distintas situaciones, los riesgos que plantea el cambio climático, y las implicaciones de las distintas opciones de respuesta, no indican a los responsables políticos qué medidas deben adoptar. Esto significa que las evaluaciones son pertinentes para las políticas, pero no prescriptivas. El IPCC dice a los gobiernos cómo puedencombatirlo, , sin hacer recomendaciones sobre cómodebenhacerlo.

Por ejemplo, una de las conclusiones principales del informe especial sobre el calentamiento global de 1,5 °C es que, al ritmo actual de calentamiento, se alcanzará el umbral de 1,5 °C en algún momento entre 2030 y principios de la década de 2050. El propio IPCC no se pronuncia sobre si es inteligente o necesario evitar ese resultado, ya que son los países que firmaron el Acuerdo de París los que acordaron dicho límite. Aunque se describan todas las vías físicamente posibles para alcanzar el objetivo de 1,5 °C, además de las acciones, beneficios y costes que implicarían, no se da preferencia a ninguna en particular, porque son los gobiernos de los países los que deben elegirlas.

¿Quién escribe los informes del IPCC?

What is the IPCC

Melissa Walsh / IPCC

Para cada informe, el IPCC hace un llamamiento a los gobiernos y a las organizaciones observadoras para que designen a sus científicos más cualificados para que estudien todos los aspectos del sistema climático y nuestras interacciones con él. Después, el grupo intenta formar un conjunto diverso de autores que represente una amplia gama de puntos de vista y contextos formativos, y que esté preparado para la compleja tarea de realizar una evaluación exhaustiva de las publicaciones científicas.

La finalidad es reunir a personas de distintas partes del mundo y que se represente de manera equilibrada a países desarrollados y en vías de desarrollo. Así se facilita que el texto resultante no esté sesgado hacia ninguna zona en particular y no omita cuestiones importantes a nivel local. El IPCC también anima a los científicos más jóvenes y a los recién llegados al proceso a participar en las funciones pertinentes. De este modo se garantiza la transferencia de conocimientos y experiencia de los equipos de redacción y que la toma de decisiones siga basándose en las mejores pruebas científicas disponibles.

Los investigadores seleccionados por el IPCC se convierten en autores principales coordinadores, autores principales y editores de revisión de cada capítulo del informe de evaluación. El IPCC también contrata a otros expertos como autores colaboradores para algunos aspectos específicos de los capítulos. Todos estos científicos ofrecen voluntariamente su tiempo y esfuerzo, y siguen la política de conflicto de intereses específica establecida por el grupo.

¿Qué fuentes se utilizan en los informes?

El IPCC no realiza sus propias investigaciones. Dicho de otro modo, no realiza experimentos ni recopila datos meteorológicos o climáticos. Lo que hace, en cambio, es evaluar y sintetizar las investigaciones publicadas en revistas científicas, que ya han sido sometidas a revisión por pares, y en otras fuentes de información, como las procedentes de gobiernos, industria e instituciones de investigación, organizaciones internacionales y de otro tipo, y actas de conferencias.

Los equipos que se ocupan de los capítulos evalúan cuidadosamente todas esas fuentes para comprobar su calidad y validez; y los revisores expertos pueden solicitar copias de todo lo que no esté disponible de forma generalizada a fin de examinar más a fondo las fuentes de datos. Los editores de revisión se cercioran de que todos los comentarios enviados en ambas rondas de revisión se aborden y contesten por escrito. Por ejemplo, cualquier lector puede ver los más de 51 000 comentarios y respuestas al segundo borrador del informe más reciente del Grupo de Trabajo I.

Como el IPCC no realiza sus propias investigaciones, toda la información y los datos utilizados en sus informes vienen con atribuciones, con citas completas de las fuentes, que figuran al final de cada capítulo. Además, si los autores sintetizan varias fuentes para obtener una visión más amplia, crean gráficos de resumen o llevan a cabo tareas similares, explicando el proceso en pies de foto o notas a pie de página, para mantener la transparencia tanto con los revisores como con los lectores.

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