Skip to main content

Cambio climático y diversidad biológica

El cambio climático y la pérdida de biodiversidad son dos de los retos más importantes a los que nos enfrentamos, y están relacionados entre sí de muchas maneras.

Aunque la vida en la Tierra siempre ha evolucionado en un clima cambiante, la relativa estabilidad de los últimos milenios ha proporcionado condiciones favorables tanto para la vida salvaje como para las civilizaciones humanas. Muchas plantas y animales se han adaptado a temperaturas particulares o a la disponibilidad de agua. Pero ahora que se están transformando debido al rápido calentamiento, numerosas especies serán incapaces de adaptarse a tiempo. Algunas, sobre todo las de las zonas polares y montañosas, no tienen a dónde escapar del aumento de las temperaturas y están en peligro de extinción. Asimismo, la alteración de las señales climáticas (como el adelanto de la primavera), interfiere en las actividades estacionales (como la floración o el apareamiento), perturbaciones que tienen un efecto dominó en la cadena alimentaria y los ecosistemas.

Los incendios forestales, las olas de calor y otros fenómenos meteorológicos extremos devastan ecosistemas enteros, tanto terrestres como oceánicos. Recuperarse de estos sucesos puntuales, cada vez más intensos y frecuentes, también se está volviendo más difícil. El estrés provocado por el cambio climático, tanto agudo como crónico, no hace sino exacerbar aún más otros riesgos (p. ej., la tala de bosques, la contaminación del aire, del agua y del suelo, la caza y pesca excesivas o la propagación de especies invasoras).

La naturaleza, además, siempre ha sido primordial a la hora de aliviar la presión que causa el ser humano en el clima mundial. Más de la mitad de todo el CO2 emitido por nuestra actividad es captado por las plantas mediante la fotosíntesis y almacenado temporalmente en la biomasa viva y muerta, o disuelto en los océanos. Los organismos vivos también influyen en los parámetros físicos del sistema climático, como la reflectividad de la superficie terrestre y la formación de nubes y polvo en la atmósfera.

Por eso, la existencia de ecosistemas sanos y diversos puede ayudar a los seres humanos a sobrevivir a efectos climáticos como las condiciones meteorológicas extremas. Por ejemplo, los bosques intactos retienen el agua de lluvia y disminuyen los daños derivados de las inundaciones, mientras que los humedales costeros evitan la erosión y las inundaciones originadas por la subida del nivel del mar. Los ecosistemas pueden ayudarnos igualmente a adaptarnos al cambio climático, ya que respaldan los medios de subsistencia y generan soluciones alimentarias y energéticas sostenibles para las comunidades locales.

Es importante proteger del cambio climático a la diversidad biológica, lo cual no consiste únicamente en preservar seres vivos bonitos porque sí. Los arrecifes de coral son el sustento de muchos pescadores, pero se ven amenazados por las olas de calor marinas más frecuentes. Los bosques poseen un valor económico y cultural para innumerables comunidades locales. Y a medida que la capacidad de almacenamiento de carbono de los ecosistemas naturales se ve perjudicada por el calentamiento y la degradación ambiental, se genera un riesgo significativo cada vez mayor de que se produzcan bucles de retroalimentación que empeoren una situación ya de por sí mala.

El IPCC y la IPBES (Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas) han llegado a la conclusión de que la pérdida de biodiversidad y el cambio climático son amenazas inseparables para la humanidad que deben abordarse conjuntamente. Si no lo hacemos, nos arriesgamos a sufrir pérdidas y daños irreversibles. Por el contrario, el éxito supondrá beneficios adicionales para nuestra salud y calidad de vida.

¿Qué significa para la biodiversidad el calentamiento previsto?

En el informe de 2022 del Grupo de Trabajo II del IPCC sobre impacto y adaptación se debate con gran lujo de detalles lo que les ocurriría a plantas, animales y ecosistemas enteros en distintas situaciones de calentamiento. Por ejemplo, los ecosistemas marinos y costeros (tales como los bosques de algas o las praderas de pastos marinos) sufrirán daños irreparables o quedarán destruidos si la subida de la temperatura supera el umbral de 1,5°C. Los arrecifes de coral solos se enfrentan a un declive del 70-90 % a ese nivel de calentamiento, mientras que con 2°C, se prevé que eso ascienda al 99 %. Los esfuerzos de conservación de la mayoría de los arrecifes de coral tendrán poco éxito si se sobrepasan 1,5°C de calentamiento. Aparte del aumento de la temperatura media, los ecosistemas oceánicos y costeros también peligran por las olas de calor marinas, que se calcula que serán 20 veces más frecuentes incluso si el calentamiento se limita a 2°C.

Dhana Kencana / Climate Visuals

Es probable que la combinación de diversas presiones derivadas del cambio climático y otras medioambientales lleve a la extinción de especies vegetales y animales a una velocidad al menos 1000 veces superior a la natural, tanto en la tierra como en los océanos. Sin embargo, esto aún no es algo fijo, ya que la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y la modificación de nuestra trayectoria climática ralentizarán en gran medida la tasa de extinción.

Además de la extinción de especies individuales, el cambio climático puede provocar y provocará alteraciones fundamentales e irreversibles en los ecosistemas. Esas, a su vez, afectarán a la meteorología local y acelerarán el cambio climático. Ya estamos observando variaciones en los biomas, por ejemplo, desde la selva tropical hasta la sabana. Según las previsiones, estas ocurrirán en menos del 15 % de la superficie terrestre si la temperatura no sube más de 2°C. No obstante, si no alcanzamos este objetivo y el aumento se aproxima a 4°C, las alteraciones se producirán en más de un tercio de la superficie de la Tierra. Unos cambios medioambientales de tal magnitud conllevarán profundas repercusiones en cadena en los medios de subsistencia y el bienestar humanos, así como en la diversidad biológica.

¿Qué significan para la biodiversidad las distintas soluciones?

En el informe del IPCC se concluye que, según vaya elevándose la temperatura media mundial, las medidas de conservación por sí solas no serán capaces de impedir pérdidas irrevocables en la tierra y los océanos. Este es especialmente el caso con subidas superiores a 2°C. La restauración de la vegetación autóctona, por ejemplo, puede mejorar la resiliencia local a fenómenos extremos, como las olas de calor y las inundaciones, e incrementar el almacenamiento de carbono, pero no es una alternativa a la acción climática. Para salvaguardar la Tierra y la biodiversidad de las que dependemos, no sólo debemos proteger los ecosistemas, dándoles la oportunidad de adaptarse a las nuevas condiciones, sino también paliar amenazas subsiguientes del cambio climático. Podemos hacerlo rebajando las emisiones de gases de efecto invernadero.

 

Sin embargo, algunas de las soluciones disponibles para modificar nuestros sistemas energéticos y alimentarios a tal fin entrañan sus propios problemas respecto a la diversidad biológica. Un ejemplo es la bioenergía con captura y almacenamiento de carbono (BECAC), en la que se plantan monocultivos de biocarburantes para obtener combustible, y el carbono producido al quemarlo se captura y se almacena, evitando que llegue a la atmósfera. Se trata de una alternativa al uso de combustibles fósiles que se ha debatido ampliamente. Lo malo es que la BECAC requerirá grandes extensiones de terrenos, lo que entra en conflicto con la protección de la naturaleza, además de interferir posiblemente en los ecosistemas naturales. Del mismo modo, la plantación de árboles para la captura de carbono no es una fórmula mágica que solucione el cambio climático, sino una herramienta que precisa una cuidadosa consideración de los riesgos y una gestión adecuada para garantizar que se base en pruebas científicas y que incluya a las comunidades locales afectadas por su uso.

¿Qué estamos haciendo para resolver la crisis de la biodiversidad?

Al debate de los riesgos para la biodiversidad en el ámbito del cambio climático se le suma una vía independiente de trabajo internacional al respecto. El Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), que entró en vigor a finales de 1993, tiene como objetivo proteger la biodiversidad y usar sus componentes de forma sostenible, justa y equitativa. La última conferencia de las partes del Convenio (CDB COP15), celebrada en Canadá a finales de 2022, concluyó con un pacto emblemático para detener y revertir la pérdida de naturaleza antes de 2030. Dicho pacto incluyó un conjunto de medidas encaminadas a que los gobiernos se responsabilicen de sus compromisos.

Ashden / Ashden

En 2012, para evaluar y resumir las pruebas científicas sobre esta cuestión, los gobiernos también crearon la IPBES, un organismo internacional de investigación y política sobre diversidad biológica. Ya cuenta con casi 140 Estados miembros y elabora informes temáticos variados, de cuya redacción y edición se ocupan cientos de científicos voluntarios de todo el mundo, para evaluar el estado de la diversidad biológica y las contribuciones de la naturaleza a los seres humanos. Los dos últimos informes publicados en el verano de 2022 trataban del uso sostenible de las especies silvestres y de las distintas formas en las que las personas valoran la naturaleza. Se concluía que, por ejemplo, muchas de las especies silvestres de las que depende la gente para obtener alimentos, energía o ingresos ya están decayendo, y es probable que el cambio climático agrave aún más este declive. Sin embargo, también se indicaba que abordar estos problemas usando prácticas más sostenibles contribuirá a aminorar los impactos climáticos.

Recursos útiles