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Los alimentos y el cambio climático

El sistema alimentario mundial, desde los campos y las granjas hasta nuestras mesas y cubos de basura, proporciona medios de sustento a más de mil millones de personas.

En el informe del IPCC de 2019 sobre el cambio climático y la Tierra se señala que el suministro de alimentos per cápita ha aumentado más de un 30 % desde 1961 y que el sistema alimentario en general produce calorías más que suficientes para alimentar al mundo. Sin embargo, los últimos datos de la ONU indican que hasta 828 millones de personas seguían viéndose afectadas por el hambre en 2021, y se calcula que 45 millones de niños menores de 5 años padecen emaciación, el tipo de desnutrición más letal.

Nuestro sistema alimentario actual, que ya se encuentra bajo una presión inmensa y creciente por los conflictos, las crisis económicas y la acentuación de las desigualdades, también se ve amenazado por el cambio climático. Por ejemplo, según las últimas conclusiones del IPCC sobre impactos y adaptación, el cambio climático ya ha atenuado el crecimiento de la productividad y reducido las poblaciones de peces. Como dependemos de unos pocos cultivos dominados por unas pocas empresas, la escasez internacional de productos y las subidas de precios son cada vez más probables en un sistema estrechamente interconectado y menos resiliente. Se prevé que un mayor calentamiento, acuciado por las emisiones de gases de efecto invernadero actuales y futuras, mengüe la producción de cultivos y haga que grandes zonas del mundo resulten inadecuadas para los modelos agrícolas actuales.

En el informe del IPCC se estima que el número de personas en riesgo de padecer hambre en 2050 aumentará entre 8 y 80 millones en función del nivel de calentamiento, siendo las más afectadas las poblaciones del África subsahariana, Asia meridional y América central. Los pequeños y medianos productores de alimentos de esas regiones desempeñan un papel clave en la seguridad alimentaria global, ya que los hogares rurales de los países de rentas bajas y medias producen la mitad de los cereales del mundo y la mayoría de frutas y verduras. No obstante, ya carecen de recursos para cubrir sus pérdidas por las sequías y otros fenómenos meteorológicos (que se prevé que empeoren con el cambio climático) o para adaptarse a condiciones más hostiles.

Además, si las emisiones de gases de efecto invernadero siguen siendo altas, hasta el 30 % de las zonas agrícolas y ganaderas actuales dejarán de ser aptas para la producción de alimentos a finales de siglo, según el informe; pero, por el contrario, si bajamos rápidamente las emisiones, perderemos menos del 8 % de esas tierras agrícolas. En este sentido, el sur de Asia, el sudeste asiático, algunas partes de Australia, la zona del Sahel en África y la zona circundante a la cuenca del Amazonas en Sudamérica son las más vulnerables.

No podemos simplemente adaptarnos a estos cambios adversos cuando se produzcan ni evitar que sucedan con las medidas de adaptación existentes. Pero la reducción de las emisiones, junto con la diversificación de los sistemas de producción de alimentos y de las cadenas de suministro, aminorará esos riesgos, puesto que los sistemas alimentarios mundiales gozarán de una mayor resiliencia y estarán menos expuestos a fenómenos meteorológicos extremos.

Además, la transición hacia sistemas alimentarios más ecológicos y respetuosos con el clima, tanto desde el punto de vista de la oferta como de la demanda, disminuirá por sí misma el calentamiento. Según los cálculos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), en 2021, los sistemas alimentarios del mundo eran responsables de más de un tercio de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero procedentes de la actividad humana.

¿Qué sucederá con los cultivos básicos?

Dhana Kencana / Climate Visuals

El rendimiento de los cultivos ha aumentado en las últimas seis décadas, pero el cambio climático ya ha mermado cerca del 21 % de ese crecimiento como consecuencia de diversos efectos, tales como temperaturas más altas, fenómenos meteorológicos extremos más frecuentes y potentes, y cambios en las poblaciones de plagas y en la degradación de los suelos. En este siglo, la tendencia al alza del rendimiento podría invertirse incluso hasta un 3,3 % por década en cultivos como el maíz, la soja, el arroz y el trigo, dependiendo de la ubicación y de la variedad concreta del cultivo. Además, aunque cabría la posibilidad de que el aumento del dióxido de carbono en la atmósfera favoreciera los cultivos, no compensaría la otra cara del efecto: cuanto mayores son los niveles de CO2, menores son los niveles de nutrientes y vitaminas de los cultivos, por lo que resultan menos nutritivos y puede afectar a la polinización y la reproducción.

El calentamiento provocado por las actividades humanas exacerbará los riesgos de fracasos simultáneos en la producción de los cultivos fundamentales en los principales países y desencadenará un efecto dominó en el sistema alimentario. Los rendimientos de los cultivos en diferentes zonas del mundo están conectados a través de patrones climáticos a gran escala (por ejemplo, El Niño y La Niña, o las fases de calentamiento y enfriamiento de la variación periódica de los vientos y las temperaturas de la superficie del mar sobre el Océano Pacífico oriental tropical). Las variaciones en estos patrones debidas al cambio climático podrían afectar a los cultivos de todo el mundo al mismo tiempo. De hecho, hay pruebas de que el riesgo de malas cosechas simultáneas ya ha aumentado en el caso del trigo, la soja y el maíz, en comparación con el período comprendido entre 1967 y 1990. Se prevé que estos riesgos empeoren drásticamente con un mayor calentamiento, junto con la posibilidad de que se produzcan alteraciones globales en el suministro de alimentos. El cambio climático también plantea el riesgo de que haya fenómenos meteorológicos extremos más frecuentes en todo el planeta, lo que crea una posible «tormenta perfecta» para las cadenas de suministro de alimentos.

Si la temperatura media mundial sube más de 2°C, la adaptación por sí sola será insuficiente para impedir que el cambio climático merme el rendimiento de los cultivos, por mucho dinero que se invierta en medidas de adaptación. Dicho esto, la adaptación es verdaderamente necesaria, y se prevé que sus costes, sumados a los de las pérdidas derivadas del calentamiento, asciendan a 63 000 millones de dólares con 1,5°C de calentamiento y a 128 000 millones de dólares con 3°C. Pero hay soluciones para rebajar esta factura. Además de reducir rápidamente las emisiones en todos los sectores, la agricultura industrial (que consume mucha energía y agua, utiliza muchos fertilizantes y se basa en monocultivos) puede transformarse, y deberá hacerlo, para adoptar un enfoque más diversificado y sostenible.

¿Cómo funcionará la cría de animales?

Robert Benson / Aurora Photos

La cría industrial de ganado vacuno y aves de corral a gran escala es un factor que contribuye de forma significativa al cambio climático derivado de las actividades humanas, tanto por las emisiones de gases de efecto invernadero de las explotaciones ganaderas como por el uso extensivo de la tierra para producir piensos. Para criar el ganado se suelen necesitar pastos que se crean mediante la tala de bosques, así que la carne y los productos lácteos resultantes son especialmente causantes de emisiones, porque los árboles talados dejan de capturan carbono y liberan a la atmósfera el carbono previamente almacenado. La digestión de las vacas también produce metano, un gas de efecto invernadero más potente que el CO2, mientras que el cultivo de piensos incrementa las emisiones de óxido nitroso por el uso de fertilizantes. Desde otra perspectiva, el calentamiento inducido por los seres humanos también perjudica a los animales de granja, ya que las temperaturas altas afectan a su salud, crecimiento y producción.

En los informes del IPCC se señalan varias formas de abordar el problema. Desde el punto de vista del suministro, una mejor gestión de las tierras utilizadas para el pastoreo, una mejor manipulación del estiércol animal y una mejor calidad de los piensos pueden hacer que la cría de ganado y la producción de alimentos emitan menos carbono, reduciendo así su impacto en el cambio climático causado por el hombre. No obstante, en última instancia, es necesario que la demanda se encamine hacia dietas más sanas y sostenibles, sobre todo en los países desarrollados, y que se consuman más proteínas procedentes de plantas y mariscos que de carne.

¿Qué ocurre con la pesca y el marisco?

Shibasish Saha / Climate Visuals

El cambio climático afecta al océano de muchas formas, desde el conocido aumento de las temperaturas superficiales, la acidificación y la subida del nivel del mar, hasta la proliferación de algas y los bajos niveles de oxígeno, pasando por la propagación de parásitos, las olas de calor marinas y otros fenómenos meteorológicos extremos. Debido a los efectos del cambio climático que ya estamos experimentando, el rendimiento mundial de la pesca disminuyó un 4,1 % entre 1930 y 2010, con pérdidas de entre el 15 % y el 35 % en algunas zonas. Se prevé que las olas de calor marinas en particular, que ya han provocado colapsos en la pesca y la acuicultura locales, sean entre 20 y 50 veces más frecuentes para finales de siglo.

Las poblaciones de peces se ven alteradas por los profundos cambios en su hábitat. Esto puede interferir en las rutas de pesca establecidas y afectar a las posibles capturas de marisco en las regiones tropicales, sumándose a prácticas ya insostenibles (p. ej., la sobrepesca extensiva y el uso de redes de plástico). Estos y otros aparejos de pesca rechazados, o «fantasma», son la fuente más letal de contaminación oceánica. Por otra parte, de nuevo, la acuicultura, o «cultivo de especies acuáticas», es una fuente cada vez más importante de pescado, marisco y algas marinas, y también se ve perjudicada por las repercusiones del cambio climático.

Recursos útiles

  • La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) presenta su informe El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo en 2022 en un vídeo de 5 minutos.
  • Repercusiones medioambientales de la producción de alimentos de Our World in Data.
  • Un episodio de 24 minutos de Radio Davos, un podcast del Foro Económico Mundial, titulado «COP26: Feed the world without destroying the climate».